El rito

         Alba saludó a su compañera de trabajo y cerró la puerta. El otoño ya había empezado, por eso la mujer se puso la bufanda que al tacto resultaba tersa, como si fuera de terciopelo. La verdad es que Alba la compró de segunda mano, porque su marido era extraordinariamente ahorrador. Abrió el paraguas. Nota bene, el regalo que recibía de su marido cada año desde su primera Navidad. Durante treinta años había recibido veinticinco paraguas, dos parejas de pendientes y un secador de pelo. Como siempre volvía a casa con la sensación de la soledad absoluta. Sentía nada. Nada, con excepción de la soledad tan terrible y aplastante. 

         Caminando a la casa habló con su madre, una vieja pesada, pero amaba a sus hijos y podía hacer todo para ellos. Alba no hacía caso a lo que decía su madre. Observaba el amarillo paisaje. Sin embargo, tampoco podía concentrarse en admirar la naturaleza. Lo único que deseaba  hacer era cerrarse al mundo para que no sintiera más lo glacial que dominaba sobre ella en toda la vida. 

           Comió la sopa sabrosa y caliente. Al fin se sentó en el sofá. Encendió el móvil y desapareció. A ella le encantaba este momento, como si fuera un rito. Leía las noticias, cinco veces miraba la página de Facebook, Instagram y otras redes sociales. A las seis publicaba su foto con un comentario empalagoso para que más gente gustara sus fotografías. Solamente allí podía ser otra persona o por fin podía ser sí misma. Ni siquiera ella misma lo sabía. Aquí nadie la juzgaba. Además, todos la entendían y siempre consolaba. 

          Desgraciadamente, una hora y media después tenía que dejar la vida sin fracasos. Como siempre saludó a su marido. Le dijo que había leído el libro, había rentado el apartamiento. Otra vez era la Alba que él quería que fuera. 

 

La fuga      

          Otra vez lo mismo. ¡Qué idiota! ¿Cómo podía casarme con este hombre? ¿Cómo podía ser tan estúpida? De vez en cuando me mira y se sonríe de manera tan tonta. Piensa que me sabe… Y yo… Yo en el vestido floreado como si fuera un prado andante. Pero a él le gusta este vestido. Pero a mí no. No le importa. Claro… Podría jurar que me sabe. Yo sé que sí. Entonces, ¿quién soy? 

            Yo sé quién fui. Fui ciega. Estaba perdida y quebrantada… Ahora puedo ver. Demasiado tarde. Ojalá no fuera demasiado tarde para huir. Estoy libre. Puedo hacer lo que quiera. Puedo huir ahora mismo. También puedo quedarme. Quedarme con este cutre. Puedo cocinar, puedo planchar su ropa, puedo limpiar la casa. Preferiría escapar de esta vida. Preferiría echárselo en cara. Nunca voy a hacerlo… Alba, cobarde… 

         Tengo la libertad. Tengo la elección. Soy capaz de huir. Viajaría a Baleares con Antonio. ¡Qué curiosidad cómo reaccionaría! Alba con un amante en una isla. Alba le dejó solo, sin planchar la camisa. Ja ja. Huiré de todo esto tan lejos como podía. Huiré, porque no puedo vivir así. ¡Joder! 

                 De puntillas y a escondidas voy a escabullirme de la casa. No va a darse cuenta. Se quedará solo como yo ahora. Vivirá como yo. En silencio gris y lúgubre. Y con un mogollón de cosas a hacer. Jaja. No cocinaré sus lentejas favoritas. ¡Imbécil!                

            No hay yo en mi vida. ¿Cómo es posible? Solamente hay mi marido. Mi marido tan ignorante. La vida pasa y no he hecho nada. ¿Por qué el tiempo fluye tan rápido? Ya soy vieja. ¡Cojones! No hay tiempo. No voy a echarme a perder con él. 

 

 Los amantes 

              Después del mes de preparaciones, el cuatro de diciembre Alba decidió huir. Además, aquel día decidió luchar por su nueva e independiente vida. Estaba sola en la casa tan enorme, pero al mismo tiempo tan deprimente. Mientras estaba haciendo las maletas, pensaba en todos los momentos que vivió en este lugar galante, tan diferente a ella. No por casualidad eligió aquella fecha. Su marido era de viaje de negocios, por eso la mujer desesperada podía escapar sin problemas. Todo estaba preparado. Sin embargo, Alba tenía remordimientos que dejaba a su marido, pero todo esto hacía con el objetivo de que pudieran vivir mejor con Antonio, su amante.

                     De repente, alguien llamó a la puerta. Alba se dejó llevar por el pánico. No sabía si abrir o no. Las maletas ya estaban preparadas y no sabía dónde esconderlas. Sin ton ni son corría por la casa, pero alguien ya había entrado. Alba vio a Antonio y se volvió loca de felicidad. El amante sorprendió a la mujer. Había venido para que Alba no tuviera que viajar sola por la noche a su ciudad. Cuando estaban juntos Alba sentía que la vida tenía más sentido. Pero todo el tiempo se atormentaba por dejar su marido. A pesar de ser grosero, le había ayudado cuando no tenía hogar.

                      Antonio estaba agotado por el viaje, entonces Alba preparó la comida. Ella misma acabó de hacer las maletas. El hombre besó a Alba con cariño y ella lo correspondió. Mientras estaban besándose una mujer abrió la puerta con llave. Todos se quedaron sin habla.  La pareja empezó a gritar a la mujer. Pero esta persona no reaccionaba. Volvió la espalda y llamó a Juan.

¿Quién eres?

No era posible que fuera Juan. Debería de estar del viaje de negocios. Toda la situación despertó tanta curiosidad y choque que, el momento de entrada del misterioso Juan parecía como si durara toda la eternidad.  

Pero la persona entró. El hombre tenía puesto el abrigo gris, agotado por servir muchos años a su propietario. Parecía demasiado largo porque el hombre se encorvaba mucho. También las mangas cubrían las manos. Además, sus pantalones que antes probablemente habían sido negros y más ajustados, ya estaban estirados porque habían utilizados con mucha frecuencia. Por debajo del abrigo se veía el jersey que ya se había descolorado. Los zapatos parecían demasiado grandes, como si fueran prestados o cogidos del contenedor de ropa para los pobres. La imagen de Juan no iba bien con la efigie elegante y rica de la mujer que le llevó a casa de Alba.

La ropa desgastada daba la impresión del hombre dañado, pobre, ausente, como si fuera un vagabundo. Pero Alba miró fijamente. La cara tan bien cuidada y clara no podía formar parte de la misma persona. No obstante era así. Era un hombre de rasgos fisonómicos preciosos. Alba sospechaba que le había visto antes. Estaba casi segura. Sin embargo, no podía confirmar sus sentimientos. Juan bajó la cabeza y evitó la mirada de todos los presentes en la posesión.

Desgraciadamente, los moratones y las equimosis habían causado que la cara debajo de los ojos se hinchó demasiado para captar, por lo menos, el color de sus ojos. Por contrario,  el resto del rostro estaba intacto, con la nariz rectísima. Ni demasiado grande, ni demasiado pequeña. La persona inesperada llevaba el peinado perfecto para la forma de su cara. Aunque se veía que el pelo y la barba no estaban atendidos desde hacía unos días. Cuando Alba contemplaba el imagen de Juan, finalmente el hombre la miró y ya todos lo sabían todo.

La vida nueva

Alba estaba segura que este hombre inesperado era Juan. Toda la situación estaba aplastante. Pensaba de qué hacía la mujer con su marido, porqué Juan estaba golpeado, porqué actuaba como si fuera otra persona. Sentía mucha confusión. Empezó a gritar. Echó la mujer de la casa, despidió a Antonio porque quería saber qué había pasado con Juan. Antonio se puso hecho una furia. Preguntaba a Alba porqué viajaba tantas horas solamente para que le dejara. Hizo afrenta Alba, dio una bofetada a Juan y también salió.

Alba cuidó a su marido, le llevó al baño, le lavó y limpió las heridas. Por primera vez dentro todos los años hablaban francamente de sus emociones, y del sufrimiento. Juan admitió que no era un hombre perfecto, que el trabajo era más importante y durante los fines de semana prefería pasar las noches con otras mujeres. Sin embargo, cuando se dio cuenta que su esposa tenía un amante en la red se sintió ofendido. Pero también entendió que trataba a Alba sin respeto, como si fuera su sirvienta. Se fue y se emborrachó en un club. Le robaron y golpearon. Prometía que iba a cambiar todo. Decía que entendió cómo la amaba.

Alba por primera vez en su vida estaba preparada para empezar a vivir sola, sin madre tóxica, sin marido grosero, sin amante que era solamente oportunidad para huir y probablemente el mismo tipo o peor que Juan. Por fin, podría ser una mujer independiente, podría dejar a Juan, dejar a su pasado fatal. No creía en las promesas. Pero el futuro de la mujer moderna ya no tenía sentido. Nueva vida se desarrollaba en Alba. Como pensaba Alba, su niño necesitaba a tener padre cualquier no fuera y decidió a quedarse.