Envero

 

 

Toda la gente sabe esa imagen. La imagen del pequeño pueblo durante el invierno, cubierto con la nieve, los habitantes que pasean muy pronto para no temblar de frío. La tranquilidad que irradia de cada casa. Pero aquí todo funciona de otra manera. Ya no existe ninguna tranquilidad, ya no tenemos la gente en las calles. Todo cambió durante el verano. El último verano normal en Envero.

En agosto, Adrián rompió la rodilla y no podía salir de casa. Isabel, su novia, le visitaba. Veían las películas, jugaban a las cartas. En un momento el presentador de la televisión dijo que se acercarían las tormentas a Envero y que sería mejor quedarse en edificios. Isabel vivía en otro pueblo lejano casi 7 kilómetros de la casa de Adrián, tenía solo una línea de autobús para volver a su casa. “Es muy tarde, vuelvo a casa porque tengo miedo de tormentas” dijo a Adrián. Él no podía acompañarla. Se dieron un beso largo. “Escribe cuando vuelvas!” exclamó chico pero ella no lo oía. Ya empezó a correr, tenía 5 minutos para subir el autobús.

Fuera de casa el aire era muy pesado, Isabel respiraba con dificultad. Empezaba a soplar. La chica corría por las calles entre gente y coches. Pensaba que solo quería llegar a tiempo a la parada. Lo hizo, lo hizo en 4 minutos. La sonrisa quitó de su cara cuando se dió cuenta de que era el domingo. Los domingos el último autobús llegaba una hora antes. Isabel decidió ir a casa a pie por el bosque porque era el camino más corto. Los bosques le daban miedo, no le gustaba estar sola dentro de la naturaleza.

El sol ya no brillaba. Era cubierto por las nubes casi negras. Se oía primeros truenos. A Isabel le empezó a doler la cabeza. No se sentía bien. En un momento en el cielo se apareció una bola de la luz. En esta bola Isabel vio un ángel. Era sucio, con la ropa llena de agujeros y con la sangre en las manos. La chica empezó a gritar pero nadie la podía escuchar...

 

 

 

 

 

 

 

 

No, no es posible. Los ángeles no existen, Isabel. ¡Los ángeles no existen! Tranquilate, todo eso es tu imaginación. Los ángeles no existen y no hablan. ¿Qué significa yo soy la primera y tú serás la segunda? No, no, no, es ese vino que compró Adrián. Sí, la mezcla del alcohol y del miedo de la tormenta. No hay otra explicación para todo lo que pasa.

¿Qué vas a hacer ahora? ¿Volverás a casa de Adrián? No, a sus padres no les caes bien. Mejor no irritarles. Tu madre está en trabajo pero quizá, podría ayudarte. ¿Dónde está el móvil? Por dios, por que nunca se puede encontrar cosas en el bolso. Por supuesto, la línea ocupada. Los pacientes siempre más importantes que la única hija. ¡Qué madre tienes, Isabel! Cada día en el trabajo, cada día en el hospital. Tienes que seguir andando por el bosque. Es solo 7 kilómetros de distancia. La gente corre 42 en un maratón y tú no puedes ir 7? Puedes.

Estarás enferma. Andas media hora en la lluvia. La próxima vez tienes que revisar el horario de autobuses. ¿Qué es esto? No es un trueno, es como un animal. No, no, no, no es animal, son unos pasos. ¿Qué hace una persona en en el bosque durante la tormenta? Seguramente es un violador. Pero no, en Envero no hay gente violenta. Todos son simpáticos para otros.

Los pasos son más rápidos. Acelera, Isabel. Él te sigue. ¿Por qué no has vuelto a casa de Adrián? ¿Y si no le vas a ver más? No, no vas a morir hoy, corre, corre. ¡Ay, no me toques hombre! ¿Por qué tú Isabel? Hay muchísima gente en el mundo, casi ocho millardos. ¿Por qué tú? Él tiene la cinta y la jeringa en la mano. Es más fuerte que tú, no tienes tanta fuerza. ¡No me toques! ¡¿Qué está en esa jeringa?! No quiero morir, no puedo.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Para Blanca la noche era muy dura. A ella le gustaba su trabajo, le gustaba cuidar a la gente y ayudar. Blanca salió del hospital a las seis de la mañana. Desgraciadamente, ya no ha tenido tanta fuerza para trabajar por la noche y era muy cansada. Volvió a casa a las seis y media y notó que su hija no estuviera allí. Tomó un papel y escribió un mensaje para ella: ”¡Llámame la próxima vez! Quiero saber que duermas fuera de casa.” Dejó el papel en la mesa y fue a dormir.

A las diez, Adrián se levantó y notó que Isabel no había respondido a sus mensajes. Eso parecía un poco raro para él, porque ellos escribían cada día. Adrián decidió llamar a la chica, pero el móvil era desconectado. ”Seguramente duerme y no ha cargado el teléfono”. Adrián decidió esperar y bajó a la cocina para prepararse el bocadillo. Después de 5 horas sin ninguna respuesta, decidió llamar a la casa de Isabel. Blanca dormía, dormía tan sencillo y profundamente que no quería levantarse. Domría como un bebé, como los niños después del todo el día. La única cosa que le interrumpía era el sonido del teléfono. Blanca esperaba que su hija lo contestara pero ella no lo hizo. La mujer se levantó, cogió el teléfono y se pusó totalmente blanca. En ese momento entendió que su hija había desaparecido.

Después de tres semanas la situación no cambió. Blanca y Adrián buscaban Isabel en cada lugar posible. Buscaban en los bosques, preguntaban a los amigos de la chica, decidieron también emitar un anuncio en la radio, pero no había ninguna respuesta. La policía no tenía ninguna huella. La tormenta borró todos los pasos que existían algún día en Envero. Era la más espantosa tormenta de la historia. Un día, cuandó Adrián estaba en su casa, llamó el telefóno:

-¿Diga?

-Deja de buscar la chica o tu hermana será la siguiente.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Envero era aterrorizado. Después de cinco meses desaparecieron cinco chicas. Entre ellas eran Isabel y la hermana de su novio. La gente tenía miedo de salir de sus casas. Las chicas jovenes no podían salir y andar solas. Los ciudadanos empezaron organizar los grupos que cuidaban el orden alrededor de las escuelas. Todos eran aterrorizados. Nadie sabía que podía pasar el otro día.

Alguna semana a Envero llegó Ramón. Ramón era el comisario de la policía nacional. Era el hombre muy alto. Por eso podía notar más cosas que sucedían en su entorno. Su cuerpo era musculoso, cada persona veía que su tiempo libre pasaba en un gimnasio. Ramón tenía más o menos cuarenta años, pero toda su cara era cubierta con arrugas. Era moreno pero se veía muchísimos pelos canosos en su cabeza. En todo su aspecto físico se podía notar, que su oficio era enormemente estresante. Nadie nunca veía una sonrisa en su cara, ni siquiera sus compañeros de trabajo.

A Ramón no le gustaba pasar el tiempo con la gente. El hombre sabía que está creado para resolver cosas muy enredadas y complejas. Prefería sentarse solo en su despacho y leer los documentos cinco veces, toda esa acción tenía que ser acompañada con una taza del café. Ramón podía tomar seis tazas al día. Nadie sabía de que modo funcionaba su corazón, el hombre parecía una maquina sin emociones.

Ramón era muy frío en los contactos con la gente. Las madres de las chicas desaparecidas lloraban en cada interrogatorio con Ramón, no por el facto de perder la hija, pero por el comportamiento del comisario. Él gritaba a todos, gritaba a la policía de Envero, gritaba a los padres de las chicas, gritaba también a los testigos. Los funcionarios no querían trabajar con el comisario. A nadie le gustaba ser humillado. La gente aceptaba su comportamiento porque sabía que Ramón es la única persona que pudiera resolver toda la situación y esperaba el fin de esa historia.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

–Buenas tardes a todos. Hoy en nuestro estudio están el señor Ramón Gálvez de la policía nacional y el señor Rafael Barrón de la comisaría en Envero. Estos hombres nos pueden dar muchísimas informaciones sobre la historia que últimamente toca todo el país. ¡Buenas tardes señores!

–¡Buenas tardes! –contestaron ambos policías en el mismo momento.

–Señor Gálvez, ¿puede usted contarnos qué pasa realmente en Evnero? –preguntó la entervistadora a Ramón.

–¿Qué pasa? –se rió el comisario–. Todo el país sabe lo que pasa. Estáis en Envero cada día con cámaras, micrófonos y dictáfonos. Grabáis todo y preguntáis a la gente. No es necesario añadir nada más. –Ramón respondió hastiado, echando desde su interior todo su odio hacia los periodistas.

–Sí... –aclaró la mujer confusa–, pero no sabemos como ustedes quieren resolver la situación. Desaparecieron cinco chicas jóvenes. Entre la gente se puede sentir el miedo.

–Usted tiene razón. Tengo que decir que desde nuestro punto de vista, podemos asegurar que controlamos la situación. Tenemos muchas huellas, cada día sabemos más detalles. También, colaboramos con dos testigos prncipales –dijo Rafael.

–¿Tenemos la garantía que ahora en Envero las chicas están seguras? ¿Controláis la ciudad suficientemente? ¿No van a tener lugar más secuestros? –preguntó la entrevistadora.

–Sí, podemos decir que la gente está segura. Estamos muy cerca de resolver esta situación –aclaro el policía con convicción.

–No, no, no. Nunca se puede estar seguro. Estamos muy cerca de resolver el problema, es verdad, pero en la vida nunca se puede estar seguro de nada –Ramón entrometó su opinión.

–Yo no entiendo. ¿Por qué el señor Barrón dice algo y usted algo contrario? La sociedad quiere saber la verdad.

–Nadie de nosotros sabe la verdad. Si no tenemos los cuerpos, no podemos decir nada.

–¿Usted sugiere que las chicas están muertas? –preguntó la mujer con cara muy blanca.

–Naturalmente, es casi imposible que sean vivas –Ramón terminó la entrevista que no le gustaba saliendo del estudio.

 

 

 

 

 

Isabel observaba todo. Era colgada entre dos mundos, el mundo real y el mundo sobrenatural. Desde hace seis meses veía todo lo que pasaba en Envero, sabía que estaba muerta. El hombre que la atacó en el bosque la secuestró, era cerrada un mes o más en su sótano y un día, él la mató. Isabel estaba el espíritu que podía ver todo que pasaba en el mundo. Para ella en ese momento su familia, sus amigos eran como actores de la película, les veía pero no podía hablar con ellos ni tocarles.

Isabel no sabía si los espíritus sentían tristeza. De verdad, se puede decir que setía algún vacío. No exactamente por la falta de cuerpo y vida, pero por la tristeza y desesperación de sus familiares. La chica observaba a su madre que lloraba cada día, a Adrián que tenía remordimientos, a los funcionarios que no estaban capaz de resolver la situación. Isabel quería hablar con ellos, contar todo lo que pasó, tranquilizarles o solamnte despedirse de ellos. En la mente de la chica estaban muchísimos pensamientos. ¿Por qué has decidido ir por el bosque, por qué no has vuelto a casa de Adrián? Ahora estás muerta Isabel, tu familia sufre, te busca, no sabe que hacer.

Un día, cuando el espíritu de Isabel caminaba por las calles de Envero, vio en en la televisión de una casa que la policía había resuelto el asunto de las chicas perdidas. Resultó que en bosque lejano casi 30 kilómetros de distancia de Envero estaban escondidos los cuerpos de cinco chicas. Todas matadas de la misma manera, por la misma persona. Las chicas eran en la edad parecida, todas rubias con el pelo largo. Isabel sintió la tranquilidad, sabía que desde ese momento su familia iba a vivir mejor, iba a conciliarse con toda la situación. En el mismo momento Isabel sintió que no era más necesaria en el mundo y que su alma podía ir al cielo para estar allí al fin del mundo.