Pasa algo extraño

Capítulo 1

“Pasa algo extraño”

            Andaba tan rápido como le permitían los pies. Las ráfagas de viento hacían pensar que se acercaba el invierno. Quería solamente volver a casa. Entrando al edificio número 8, no le extrañó que la portería estuviera vacía.”Alfonso, como siempre, no está donde debería estar” pensó sobre su viejo amigo y automáticamente la sonrisa apareció en su boca. Al pasar la primera planta, recordó a esa familia que vivía allí hacía tantos años. Solamente pensarlo, le entró escalofríos por todo el cuerpo.

            En casa su esposa ya le había preparado el almuerzo. En todo el piso olía fuertemente a solmillo cocido al horno. Mientras él estaba comiendo, ella, sentada al lado, lo estaba observando con la misma tenrnura y detenimiento como le miraba hacía 40 años.

            –¿Hoy juegan? –preguntó.

            –Si, a las 7 y media he quedado con Alfonso. ¿Te parece bien?

            Ella asintió con la cabeza y dijo:

            –Antes de nada, bebe tu manzanilla, se te olvidó hacerlo por la mañana. Que lo paséis bien –añadió sonriendo.

            A las siete y cuarto bajó a la portería llevando consigo, como siempre, cuatro latas de la cerveza bajo el brazo. Abrió la puerta y el cuatro estaba lleno de humo.

            –¿Cuándo vas a dejar este vicio? –preguntó aunque ni siquiera esperaba la respuesta.

            –Es por los nervios, Nacho.Si no ganan, la apuesta me costará un huevo –lo dijo enciendiendo un cigarrillo y después de un momento de silencio añadió –¿Te has enterado qu tenemos un nuevo inclino en el edificio? Es Daniel, el hijo de los del primero. Justo hoy aquiló el mismo piso donde vivieron –y sin mirar a su compañero, el cual de repente se puso muy preocupado, dijo –Venga, empieza el partido, que haya suerte... Y lo del chico, es la copia idéntica de su padre, lo vas a ver...

            Nacho intentaba ver el partido, pero no sabía cómo dejar de pensar en lo que acaba de escuchar. Ni durante el partido, ni en toda la noche en la que no pegó ojo. No entendía cómo es posible que a su amigo Alfonso no le pareciera nada extraño. “Lo dijo con tanta tranquilidad. O es por poco listo que es, o ya por la vida aburrida que tengo me vuelvo loco por tonterías” –pensó, pero finalmente se propuso que no iba a dejarlo hasta saber el motivo de su llegada.

 

 

 

 

Capítulo 2

“ Una pista”

            Por fin estás aquí. Lo más cerca que has estado nunca. A ver, ¿qué tienes? Tres personas. Tres posibles testigos. Necesitas un plan. Empieza a observarlos. No, mejor no, tarde o temprano se darán cuenta. ¿O ya sospechan algo? Claro que sospechan, has visto la cara del portero cuando escuchó tu apellido. Le recordaste todo, toda esa tragedia. Y muy bien, que sufra. Que todos sufran como yo. Creciendo sin madre, luego el suicidio de mi padre. Dios Mío, por qué, por qué yo...

            Tranquilo, deja de comportarte como un niño chico. Eres fuerte, eres muy fuerte. Mira cuánto has conseguido, has encontrado el piso de tus padres, estás aquí en el lugar donde pasó todo, entre la misma gente. Debes empezar a actuar. Preguntar. Seguro que alguien sabe algo. A lo mejor ocultaron algo a la policía. Tienes que saber cómo murió ella. ¿La casualidad? ¡Tonterías! No lo creas. Mi padre no se dejaría perjudiciar su reputación. Como siempre. Como siempre sólo se preocupa por él mismo. Y yo... a mí me dejó solo.

            Ya, no pierdas tiempo. Piensa. ¿Quién podría saber algo? Ese matrimonio, ¿cómo se llamaban? Madre Mía, Blanca y... ¿Nino, Nacho? Da igual. Para qué saber el nombre. Tienes que enterarte de los hechos... Empiezo con ella, me recuerda a una mujer de una foto de mi infancia. Al lado de mi padre. Ella teniéndome en sus brazos... Y si es ella. Si conoció a mi padre. ¿Dónde estaba mi madre? ¿Hizo la foto o ya estaba muerta? ¿Quién era, mi canguro o la amante de mi padre? Y si simplemente le pregunto. Llamaré a su piso, le diré mi nombre y preguntaré: ¿Sabe usted cómo murió mi madre? No, se va a asustar. Tal vez... tal vez es mejor, que se asuste. Que piense que yo sé algo, que tenga miedo.

            Y habla con el portero. Los porteros siempre saben todo. Trabajando observan a los residentes. Y pobres personas ni siquiera se dan cuenta que el portero ya sabe a qué hora salen y dejan a sus esposas solas en casas. No me puedo olvidar de él. Un poco de alcohol y hablará. Me confesará todo.

            No te calientes, lo único que tienes es esta foto. Empiezo con ella. Se parace muchísimo. No puede ser casualidad. Es ella, la misma. Te conoce. Conocía a tu madre, a tu padre. Curioso si tiene hijos, a lo mejor no. A lo mejor los querría tener. Eso podría ser un buen motivo. Mira la foto. Mira como te está mirando. Una mujer desesperada es capaz de hacer muchas cosas. Incluso matar. Tienes razón, icluso matar...

 

CAPÍTULO 3

         “Una esperanza más”

 

            Eran las seis de la mañana. En el edificio número ocho todo el mundo ya estaba despierto.  En el piso de la segunda planta, Nacho se preparaba para el trabajo teniendo mucho cuidado para que su esposa no se despertara, mientras que en el de la primera, Daniel, el estudiante, daba vueltas por el salón hasta que al final bajó al vestíbulo. Se paró delante de la portería. En la pared se encontraban repartidos varios anuncios y avisos, entre ellos, lo que más llamó su atención, un papel amarillo con letras de gran tamaño: “El guardia del distrito  Alberto Tínez ”.

            Nacho se fue al trabajo, todo el tiempo pensando sobre la llegada de Daniel a la ciudad después de tanto tiempo. Y no sólo a la ciudad, sino al mismo edificio, al mismo piso de entonces. Se percató de que a nadie le extrañó esta noticia, de ahí que se sintiera todavía con más responsabilidad de tenerlo todo en sus manos. Como toda su vida había sido una rutina incesante, una cosa fuera de lo normal le perturbó la tranquilidad. Pasó el día intentando que sus pensamientos no le distrajeran durante el trabajo. Al volver, vio a su mujer hablando con Daniel en la escalera. Quería acercarse para enterarse de la conversación, pero Daniel de momento paró de hablar y se fue. Blanca le estaba esperando con una sonrisa como si no hubiera pasado nada. Volvieron juntos al piso y al cerrar la puerta él exaltado empezó a hacer una cascada de preguntas. Blanca, mirándole como si le acabara de contar una broma buenísima, echó a reirse, luego le acarició la mejilla y, como no le dio tiempo antes, fue a la cocina para terminar de preparar la comida. Nacho estaba un poco decepcionado, pero no le extrañó que su esposa no sospechara nada. Era una persona con corazón de oro, más inocente que un niño. Por lo menos eso pensaba de ella su marido.

            El estudiante siguió con su investigación durante todo el día. Al principio lo que le ilusionaba más era la posibilidad de hablar con Blanca, pero cuando lo hizo, vio que se había confundido.  Era una persona con una mentalidad demasiado simple, perdidamente enamorada de su esposo funcionario. Tenía muy poco, pero lo valoraba tanto que no se atrevería a perderlo.  Cuando era pequeño, ella de vez en cuando le cuidaba. Pero por la causa de las distintas clases sociales a las que pertenecían ambas familias, no tenían otra cosa en común que ese pequeño trabajo.

            Por la falta de ideas, Daniel empezó a registrar los cajones del antiguo escritorio de su padre. La única cosa que le pareció interesante era un talonario de cheques. Con la mano quitó el polvo de encima y se puso a hojearlo, pero todas las hojas estaban en blanco. Decepcionado volvió a la primera página y se dio cuenta que se habían quedado señaladas las huellas del bolígrafo. Se acercó a la ventana intentando verlo contra luz. En el papel se podía leer claramente “Alberto Tínez, 1.000.000 pesetas “.

           

 

Capítulo 4 

“El encuentro con Alberto Tínez”

            La nueva pista fue para Daniel como una luz en la oscuridad. Se llenó de esperanza de que todavía existió la posibilidad de resolver el misterio, encontrar al culpable y finalmente lograr la paz interior. Primeramente, comenzó a visitar  la comisaría, pero cada vez que iba, el buscado guardia no estaba. Por lo tanto, decidió  hablar con la gente del barrio. Le extrañó que todo el mundo le dijera de forma indiferente “búscalo en la Taberna”, como si fuera el sitio más habitual y corriente para el servicio de un policía.  

La famosa Taberna era un lugar de libertinaje local. Como la mayoría de los sitios así, se ubicaba en las afueras, por tanto Daniel logró llegar allí fácilmente. Lleno de emoción, entró bruscamente y le dió a la nariz un hedor sofocante, una mezla de tabaco, sudor y alcohol. En el pasillo no se veía prácticamente nada, de ahí que andara a tientas, palpando las paredes congeladas. Dentro del local, había un poco más de claridad, aunque la iluminación seguía deficiente como si quisiera ocultar los pecados de sus clientes. Daniel vigiló el cuarto y, desgraciadamente, todos los hombres aparentaban más o menos la misma edad. Al rato, se acercó a él una camarera, que por el traje que tenía puesto parecía más una prostituta, y el estudiante aprovechó la situación para preguntar por Alberto Tínez.

Es este borde en la esquina… –respondió un poco decepcionada y se marchó.

Daniel pidió un tequila, se sentó en el bar observándolo un rato. Era un hombre de sesenta años con un puro en la boca y un vaso de whisky con hielo en la mano. Su traje se parecía al cuero negro del sofá ancho en el que estaba sentado. Enfrente, en dos sillones mucho más pequeños, estaban sentados dos hombres. Hablaron hasta que Tínez hizo un gesto con la mano, como si les quisiera arrojar de allí, y se fueron rápidamente. Daniel decidió aprovechar el momento, se acercó y se sentó en uno de los sillones.

            –¿A qué vienes? –preguntó el policía tirando las cenizas del puro –.¿Problemas con el vecino, con la mujer.. con el jefe?

–Hace 25 años, la muerte de Carmen López de Alba, calle Gris, edificio número ocho, el primer piso, ¿te suena?

–Ni puta idea –respondió imperturbable.

–Mira... –dijo el estudiante mientras sacó el sobre con el dinero –. Tengo mucho más, si te animas a contarme todo.

Alberto Tínez miró al taco de billetes.

–Escuchame, no fue un accidente, pero esto ya lo sabes. Me pagaron  para que no buscara la verdad. Y pagaron tanto que acepté la oferta... – añadió de forma burlona.

 

CAPÍTULO 5

“El final”

Durante los días siguientes, Daniel seguió a los inquilinos del edificio número 8 como sus sombras, daba las vueltas por el pasillo observando a cada uno, aunque ni siquiera él estaba seguro con qué finalidad lo hacía y cuándo lo iba a dejar. Tenía muchos remordimientos por acusarles, pero, al mismo tiempo, abrigaba la esperanza de que todavía existía la posibilidad de que no fuera su padre. La única persona que tenía, su amigo cordial, un modelo de masculinidad, su autoridad en casi todo, no podía ser el asesino de su esposa, la madre de su hijo. Sin embargo, Daniel no era la única persona que con su comportamiento despertaba sospechas. La situación afectó a todos los residentes y, aunque cada uno lo experimentaba de forma diferente, todos andaban un poco cambiados.

El lunes por la mañana, cuando Nacho salió al trabajo, Blanca abrió lentamente la puerta para evitar el crujido y, asegurándose de que estaba vacío, bajó la escalera y precipitadamente entró a la portería.

–Alfonso, ¡¿qué hacemos?! –preguntó espantada –. Yo no puedo seguir así, un día habrá que decírselos.

–Madre mía, eres tú, ¡mujer!, me has asustado.

–¿Yo a ti? Ando atemorizada durante toda la semana, no duermo por las noches, temo que el día siguiente venga a preguntar...

–¿Quién? ¿De mí estás temiendo? –dijo Daniel, entrando a la portería –. He escuchado todo, por favor, díme si sabes algo. Desde hace un año estoy intentando encontrar alguna pista y ahora me entero de que era mi padre, tienes que confirmarme si es verdad.

–¿Tu padre? Él no era capaz de hacer daño ni a una mosca. Mujer, dile que es verdad.

–No era tu padre, Daniel –afirmó –. Él hizo todo para protegerte... Tu madre siempre fue una mujer ambiciosa, tenía planes y el embarazo no le contentó mucho. Cuando dio a luz, es decir, cuando naciste, ni siquiera dejó de trabajar, tu padre me pedía que viniera a cuidarte. Una noche, llorabas más de lo normal y ella no sabía tranquilizarte. Tu padre subió arriba para llamarme. Cuando volvimos los dos al piso, tu madre estaba como una fiera, con un cuchillo en la mano, a punto de matarte. Tu padre reaccionó bruscamente, pero no tenía otro remedio, la empujó fuerte, y ella, cayendo, se apuñaló involuntariamente con el cuchillo.

–Pero, ¿por qué no me lo dijo? ¿Por qué no lo sabía nadie?

–¿Para qué cargar a un niño con una tragedia así? Además, tu madre era una persona importante, él  no quería que la información se extendiera. Lo sabíamos solo tu padre, Blanca y yo. Escuché los gritos y queriendo reacccionar entré al piso después de lo que pasó.

–¿Y tu marido, no sabía nada?

–Nacho es una persona muy buena, pero a veces demasiado sentimental, él no podría cargar con esa responsabilidad. Durante todos estos años, por el amor a mi marido, vivía sin decirle nada. Creo que ha llegado el momento en el que esta historia tiene que llegar a su fin.