Los errores vitales

Capítulo I: El inicio

Era el año de Sgt. Pepper y Arnold Layne. Ese día de noviembre, la lluvia mezclada con la nieve sólo intensificaba el ambiente lúgubre en el piso número 515. Ese día, en la atmósfera tétrica nació él. Aparentemente un niño ordinario, desde su nacimiento llevaba la carga de ser maldito: durante el parto murió su madre. Su padre, un sencillo obrero le odiaba desde su nacimiento, le acusaba de la muerte de su esposa. Le criaba su abuela, una mujer de 70 años. Al principio no era prometedor: simplemente un niño triste, sin alma gemela, buscando modelos en la vida.

            Cuando tenía 7 años murió la abuela y su padre cuidadoso le envió al internado cristiano. El rechazo por sus cercanos le causaba problemas psíquicos, pasaba más tiempo debajo de la mesa llorando que jugando con otros niños. Las hermanas le trataban insensiblemente, aparte de estudiar tenia también un montón de obligaciones. Buscaba distracción. Un día no aguantó más: hizo la mochila y huyó. Decidió ir a una ciudad a 7 kilómetros de distancia. Cuando llegó al lugar de destino se sintió libre, en par de horas podía hacer lo que le daba la gana: paseaba por las cercanías, miraba los escaparates, escuchaba los músicos callejeros. Aunque sabía que tarde o temprano iba a llamar la atención de alguien, pues era un chico pequeño andando solo por la ciudad, comprendió que su vida no debía ser sombrío y triste.

            Cada año el peor momento fue su regreso a casa. Tenía que pasar las vacaciones en casa, con su padre. La vuelta a domicilio donde se sentía excluido y postrado, donde su padre le miraba con desprecio y odio motivaba que se cerrara en sí mismo cada vez más. El día de su 16 cumpleaños visitó a su padre esperando que se interesara por él, por lo menos esta vez. No obstante, vio su único cercano bebiendo hasta la inconciencia, lleno de sufrimiento por la pérdida que tuvo lugar el día de su nacimiento. Se rompió. Dejó todo y se fue.

Capitulo II: Oscurecimiento

¿Es ya? ¿Quizás todavía no? Pienso que es ya. No estoy seguro, quizás sí. ¿Qué pasaría si probara levantarme? Joder, seguramente es ya. Extraño. Pero bien. Me siento… Ridículo. En un segundo he entendido cómo funciona todo el universo, es maravilloso, ¡ahora puedo sentir la rotación de la tierra! Todos los pequeños detalles han caído en su lugar. Nunca antes mi mente había estado tan clara, tan veloz como ahora. ¿Batalla de las Termópilas? 480 a. C. ¿Tangente del ángulo de 36º? 0,726 543. La mitosis es un proceso que ocurre en el núcleo de las células eucariotas… Puedo recitar a Shakespeare de memoria. Pienso que soy Dios. Soy seguramente excepcional. Sin duda me parezco a Brad Pitt u otro hombre guapo. Nada me puede parar. Joder, me sangra la nariz. No pasa nada, no pasa nada… Soy invencible, soy Dios. ¿Y si no lo soy? ¿Si todo eso fue una mala idea? ¿Quizá no debería hacerlo? ¿Quizá no es para mí? ¡Qué va! Hay que probar de todo. Piensa positivo, piensa en unos gatos… Idiota, ¡para qué me sirve pensar en tonterías! Este imbécil que está al lado de mí ha vomitado… Espero que respire, yo no me puedo mover… Es intrigante, como si mi cerebro no pudiera manejar el cuerpo. El Windows se me ha congelado… Él parece malo… Me gustaría comer algo, tengo hambre. ¿Por qué un hombre tiene solo 5 dedos de la mano? Yo también empiezo a sentirme mal. Se me entumecen las piernas, no siento el cuerpo…  ¿Cuánto tiempo ha pasado? ¿Una hora, dos horas? ¿Dónde… Está…  El… Reloj…? ¿Qué? ¿Dos minutos? No estoy para bromas… Me siento mal, muy mal, ¿qué me está pasando? ¡Oiga, gente, mirad! ¿Por qué nadie me presta atención? Ayudadme… ¿Por qué no puedo mover la boca? Es raro, me siento como si estuviera drogado... Pero no lo estoy, ¿sí? No recuerdo, no recuerdo, no recuerdo nada. Mi cabeza… ¿Qué son estas voces? Oigo voces en la cabeza… ¿Dónde estoy? ¿Qué hago aquí? ¿Cómo me llamo? No recuerdo, no recuerdo, no recuerdo… Veo la luz… Veo la luz al final del túnel… No sigas la luz…

Capítulo III: El Fondo

Salí de Birmingham cuando tenía 27 años. Demasiado tiempo había pasado hasta que decidí terminar con el ambiente tan conocido. Llegó la hora de la despedida, la hora de cortar con todas las caras que conocía. A pesar de que mi vida era ordenada y estática, todo se hundió con la terminación de mi relación de entonces. Recuerdo exactamente ese día, el día en el que dijo: “me voy”. Estaba viendo las noticias, hablaban del suicido de Kurt Cobain. Me sentía desesperado. Después llegó ella: “nuestra vida no puede ser así. Necesito alguien maduro, un hombre auténtico. Tú siempre tendrás 20 años.” No tenía nada que ver con esta ciudad. Podía salir.

Ese día en la capital estaba lloviendo como siempre en el otoño. Salí de la estación de metro directamente a mi nueva calle, tenía que compartir allí un piso con un amigo del colegio. “Mierda, de verdad me siento como si tuviera 20 años” pensé, tirando una maleta. Sólo eso quedó de mi vida tranquila. Una maleta. Todo lo demás lo vendí, pensando que podría vivir de ese dinero por lo menos por 2 meses. Nunca he sido un genio matemático. La vida verificó mis planes con brutalidad. Encontrar trabajo satisfactorio en cada lugar requiere no sólo competencias sino también conexiones. Yo conocía en Londres sólo una persona: mi compañero de piso, un estudiante eterno. Caía en depresión, pasábamos todos los días fumando marihuana. Se me acabó el dinero. Al final me echaron del piso. Tenía que vivir en las calles, todo lo que tenía en ese tiempo era un cartón para dormir y una chaqueta de cuero. Viví así por 3 meses, comiendo restos de restaurantes. Caí en los bajos fondos.

Un joven voluntario me salvó la vida. Estaba ayudando a los destechados, me llevaba comida fresca y ropa limpia. Un día escuchó mi historia. Me compró un billete y me metió en un tren. Podía regresar a Birmingham. 

 

Capítulo IV: Un viaje inconcluso

Conocí a John cuando regrese a Birmingham. En aquel entonces todos mis amigos del pasado me volvieron la espalda. Esa noche estaba en un pub, borracho, como cada fin de semana. John se acercó a mí y me compró una cerveza. Normalmente no bebo cervezas pero esta la bebí. Empezamos a hablar y me invitó a un concierto de sus amigos. No había sabido que una persona podía cambiar mi vida de una manera tan inmediata.

            En contraste conmigo, John era atrevido y siempre estaba abierto a todas mis ideas, también malas. Sus padres eran inmigrantes rusos, pero él ya había nacido en Gran Bretaña. Le llamaban “John” para que pareciera más inglés. Me resulta probable que su origen tuvo algo que ver con su ligereza: no le gustaba analizar cosas, siempre pensaba después de actuar. A sus padres debía también algo más: su deje ridículo. Su postura atlética, juntos con la cabeza rasurada y su acento del este de Europa producían una imagen imborrable. Aunque era educado y agudo, todos le consideraban como un miembro de Bratvá. John tenía además un rasgo particular: siempre se metía en problemas…

            Lo que nos juntó fue el amor por la música y la diversión. Un día decidimos ir al festival Monsters of Rock: ese año tocaba Slayer y Metallica. Le siempre fastidiaba porque él prefería Metallica y yo Slayer, pero decidimos ir juntos. El festival tenía lugar en Donington, a 50 kilómetros de nuestra ciudad. Su padre le prestó un coche, un BMW negro, que sólo intensificó su imagen de mafioso ruso. Cuando llegó a mi casa le vi con una botella de vodka en la mano, pero eso no me preocupó mucho, yo siempre conducía bajo la influencia y nunca  pasó nada. Sin embargo, esta vez algo pasó. Estábamos conduciendo por la M42, escuchando Junkhead de Alice in Chains, la canción favorita de John (él siempre se identificaba con esta canción, decía que trata sobre nosotros) y de repente perdió el control del vehículo. Golpeamos la barrera a 150 km/h. Lo único que recuerdo del accidente fue su falta de respiración…             

 

Capítulo V: Otra vez

Era el día de mi cumpleaños. Me sentía peor que nunca, me dolía todo el cuerpo, no podía mover las piernas ni los brazos. Estaba en el hospital, totalmente derribado. No tenía nadie que podría darme ánimos, mi único amigo murió 2 días antes. No tenía ganas de vivir.

Estaba viendo la televisión, que ha encendido mi vecino de sala. He oído pasos, a través del zumbido de los oídos, que intensificó mucho desde el accidente. Han sido los médicos que me operaron. Hablaban en voz alta y se acercaban a mi cama.

—… es el peor caso que he visto en toda mi carrera, viviendo así morirá en 5 años. ¿Ha visto su hígado? Sus órganos internos parecen como si tuviera 80 años… Me extraña cómo lo ha hecho… —dijo uno a otro.

—Pues tenemos que preguntarle, y hacerle consiente de su estado físico. Quiero tener la conciencia libre. Mire usted, se despertó —respondió el otro.

—Discúlpenme, pero he oído su conversación. Si ustedes hablaban de mí, les aseguro que tengo todo bajo control. Tienen que saber que la vida no era fácil para mí, tengo el derecho de huir de problemas con una botella, o dos… Todos beben. —les dije.

—No, señor. Ha tenido demasiada suerte en la vida. Ahora cada trago le puede matar. Corte con la adicción o el siguiente médico que le examinará será un patólogo —me replicó uno de los cirujanos.

            Ese episodio en mi vida fue un momento de transición. Decidí luchar por mi vida, o lo que quedaba de ella. Pasé dos semanas en el hospital y fueron las primeras dos semanas sin estimulantes desde 5 años. Todavía no sé por qué no morí en ese accidente, quizá alguna fuerza divina quería darme una segunda oportunidad. Quería aprovecharlo. Nací de nuevo, esta vez en serio…