Existencias sufridas

 

1. Todo lo vivo muere, todo lo muerto renace

    Ella no destacaba por su aspecto. No era ni fea ni guapa, ni gorda ni delgada; se podría decir que era una chica normal.

    Para su desgracia, había nacido en tiempos difíciles en los que una mujer desempeñaba solamente el rol de madre y críada para los hombres. Cuando era joven, ayudaba a su madre en las tareas diarias de la casa; cosía, limpiaba, amasaba el pan, lavaba la ropa en el río cercano...Todos los días transcurrían de la misma manera. Había que hacer todos los trabajos duros y exigentes que ofrecía la granja sin ninguna réplica. Todas las mujeres del pueblo estaban muy absortas en sus quehaceres diarios, sus caras parecían máscaras en las que se reflejaba la amarga tristeza causada  por la falta de sus hombres, que habían sido reclutados en el ejercito para luchar contra los enemigos que inundaban la frontera del norte. Toda la aldea se despertaba junto con el sol que cada día parecía más oscuro y melancólico y se dormía cuando la lejana luna les daba las buenas noches.

    Elisabeth  estaba extirpando las malas hierbas que habían crecido en la huerta. La cosecha iba a ser muy mala, las hortalizas y los granos no habían crecido lo suficiente como para venderlos en el mercado a un buen precio. El pueblo carecería de dinero y el invierno que estaba a la vuelta de la esquina sonreía maliciosamente a sus habitantes.La huerta parecía ser la metáfora ideal de la frontera del norte, en la cual los hombres luchaban por sobrevivir y caían como las cosechas a causa de los fríos vientos y las oleadas de enemigos despiadados para nunca jamás levantarse. La joven parecía estar levitando en un universo desconocido, sumergida en sus pensamientos.

     Por el camino arenizo se iba aproximando un hombre, una bolsa grande de cuero colgaba vagamente de su hombro. Iba en dirección de Elisabeth, caminaba arrastrando los pies como si quisiera demorar el momento del encuentro; él parecía darse cuenta de lo que llevaba en su bolso y no era nada bueno. Dio los buenos días a la joven y le entregó la carta con la mano temblorosa. Se dio la vuelta lanzándole una seca despedida por el hombro. Sus gestos indicaban que deseaba marcharse lo más rápido posible para no ver más lágrimas y sufrimiento causado por las cartas que traía. Era su trabajo diario; pero últimamente se había convertido en el mensajero de la muerte.

 

2. Las malas noticias llegan a casa

    No. No puedo, no puedo leerla. Ya presiento lo que hay en ella. Ya sabía desde el principio que esto acabaría de esta manera. Dios, escuchame, aunque solo sea por esta vez y dame fuerzas para comunicarselo a mi madre. Ay mi querida madre, con lo que ha tenido que sufrir durante toda su vida y ahora esto. No sé si su corazón podra aguantar tanto dolor e injusticia por parte del mundo. Vale,soy fuerte,ya no soy una niña,soy una mujer y estoy preparada para enfrentarme a lo que venga,solo tengo que abrir el sobre y leer la primera frase para saber todo. Vale ya está, he logrado sacar la carta del sobre,solo falta desplegarla y leer.

    ¡Deja de llorar!Tonta! Siempre me decían,desde niña,que me ayudaría,que solo bastaba con rezar y ser humilde e ir a la iglesia cada domingo por la mañana. Pero no, ¿Sabes qué Elisabeth? Ahora me doy cuenta que no existe nada, ni una cosa como el infierno ni el cielo.Estamos solos en este mundo, tenemos que luchar para tener una vida llena de desgracias y penas.Me doy pena, no sé como pude creer en todas esas mentiras que me decían. Ahora me siento como una montaña de estiercol.Sí,eso es lo que soy,una montaña de estiercol que solo sirve para una cosa.

    Ay mamá mi corazón está en pedazos.No, no quiero ver tu cara.No quiero ver como lloras y gritas.Tú hombre, mi padre, se ha marchado para nunca más volver.Está muerto,destrozado.Nunca más volveremos a verle.¿Tendrán su cuerpo?,¿Lo traerán de vuelta a casa? Tengo que dejar de pensar.No puedo pensar.Solo veo gusanos y restos esparcidos por el campo de batalla que un día pertenecieron a mi padre.Culpa.Me siento culpable.¿Porqué tú y no yo?,¿Porqué no a otros? No lo sé,no lo puedo entender. Una pregunta más a la que nunca sabre responder.

    Me quedaré aqui, aunque solo sea un rato más.Ay,como sopla el viento,las hojas vuelan,los pájaros cantan.Como me gustaría ser uno de ellos.Solo cantan,no tienen preocupaciones.Despliegan sus alas y se alzan al vuelo,libres del sufrimiento.Sí,quiero ser un pájaro,una mariposa para no tener que contar mis días.Desconectar mis pensamientos,sí eso es,eso es lo que quiero.Los pajaritos que van por el aire,vuelan,vuelan,vuelan...

 

3. Los cambios que trae el tiempo

    Abrí sigilosamente la ajada puerta del porche y entré en casa. Me sequé las lágrimas con el borde de la manga e intenté ordenar mis pensamientos. Allí estaba ella, mi madre.

    Estaba sentada junto a la mesa de la cocina; la estancia en la que se había pasado la mayor parte de su vida preparando la comida y haciendo las labores caseras; eso era lo que se esperaba de una buena mujer.

    El vestido largo y el harapiento delantal que se ponía siempre encubría su estatura y su complexión delgada; de alguna manera, la hacían parecer aún más pequeña e indefensa. A pesar de estar todo el día en casa, todas las mañanas se recogía minuciosamente el cabello dorado en un pequeño moño y se ponía un pañuelo florido en la cabeza para que los rizos rebeldes no le dificultaran las labores. Algunos mechones grisáceos y desobedientes salían de su escondite y caían sobre sus hombros hundidos.

    El rostro pálido que un día perteneció a una joven risueña se había convertido en un mapa de finas arrugas que desvelaban su edad y todas las preocupaciones de su vida. Los ojos grandes del color del cielo eran como un mar en el que uno se podía perder; ellos iluminaban su cara cansada y castigada. Su mirada despierta y dulce siempre me daba cobijo y parecía curar todos mis males. Con el paso del tiempo, las manos, que me solían acunar con ternura, se habían cubierto con interminables redes de gruesas líneas azules; que seguían siendo igual de ágiles.

    Siempre la había admirado secretamente por su carácter fuerte y decidido. A pesar de nuestra posición social se comportaba como un dama, de forma elegante y amable, intentando seguir el código ´´Savoir-vivre´´ que sus padres le habían enseñado. Su ingeniosidad muchas veces nos salvó y nos permitió tener una vida más cómoda. Me acuerdo de que cuando era una niña veía a mi madre como una heroína de los cuentos que leía. Era una mujer indestructible y valiente que siempre encaraba las dificultades y luchaba con uñas y dientes para conseguir lo mejor para su familia. De hecho, aunque el tiempo fluya y su aspecto haya cambiado, ella sigue desprendiendo una energía indescriptible.

    Ahora, al verla tan tranquila y frágil se me parte el corazón al tener que darle las malas noticias.

 

4. Desconocemos a los que más queremos.

Sus ojos inquietos recorrían el papel arrugado una y otra vez. Sus lágrimas fluían por los surcos de las arrugas y caían sordamente sobre la encimera de la cocina.

    —Mamá, mami... Dime algo, por favor —susurré.

    —Hija, ¿qué quieres que te diga, ehh? —dijo con la voz quebradiza—. Sabes bien lo que significa esto para nosotras, es nuestro fin, nuestra ruina. Cuando dejó estas tierras para unirse a ellos, yo ya sabía que nunca iba a regresar. Pude sentirlo en mi interior, lo presentí. Como ves, no grito, no me arranco los pelos de la cabeza. Ya he visto demasiadas desgracias que nos trae este mundo, estoy acostumbrada. Lo único que me preocupa es que no mencionen nada sobre la compensación por la pérdida de tu padre —volvió a mirar la carta con detenimiento como si buscara alguna explicación.

    —Me acuerdo que antes de que padre se marchara los generales le hicieron firmar algunos papeles; quizás en ellos encontremos algo sobre eso—la miré confundida, creí que la pérdida de su marido la preocuparía más que una simple compensación—. Solo tenemos que encontrarlos, creo que los dejó guardados en el cajón de la mesita de noche. Vayamos  a visitar a Carol; su novio murió el año pasado en el campo de Norfolk, puede que ella sepa como funcionan las cosas.

    —Si, tienes razón, entonces vístete y salgamos. Cuanto antes nos informemos mejor —se levantó alisándose el delantal impecable con las manos—. Ala,tira, que no tenemos mucho tiempo.

Cerré la puerta con llave y tomamos un atajo para llegar más  rápido. De alguna manera no podía disimular mi consternación. Mi madre, esa mujer que yo creía conocer desde siempre, ahora me parecía una desconocida. Creía que iba a llorar por la muerte de papá pero esta solo derramó unas cuantas lágrimas; ni más ni menos. Ya habíamos llegado. Mi madre llamó a la puerta. Carol abrió sorprendida.

    —Buenos días, vecinas. Me sorprende verlas por aquí, por decir la verdad no me esperaba su visita. Pasen, pasen y díganme lo que las trae por aquí—con un gesto nos invitó a entrar.

    — Venimos para hablar contigo sobre un asunto serio. Toma, lee —mi madre le entregó la carta.

    — ¡Dios mío, cuanto lo siento! —nos miró con mucha pena—. Pero...¿por qué me entrega esta carta?

    —Sabemos que hace poco tú sufriste algo igual y lo sentimos mucho por ti. Queríamos que nos explicases cómo te compensaron la muerte de Juan —dijo mi madre sin rodeos.

 

5. Un mundo pintado de gris

     Pasado un tiempo, que a mi se me hacía interminable, salimos de la casa de Carol. Las gotas afiladas de lluvia fría, caían del cielo ceniciento, sigilosamente, sobre el estrecho camino polvoriento que nos llevaría de vuelta a nuestra casa vacía. El tiempo y el paisaje triste eran como un reflejo de los sentimientos guardados en las profundidades oscuras de mi alma.

    Con cada paso pesado nos alejábamos de la casa de Carol; la tensión entre mi madre y yo crecía, me repugnaba, igual que todo este pueblo atrasado y dejado por la mano de Dios. La antigua, pero cuidada casa de nuestra vecina se iba quedando atrás, hundiéndose en la espesa y helada niebla blanca; al igual que otras casitas dispuestas en hileras a lo largo del camino.

     El camino se iba convirtiendo en un estanque de barro pastoso y sucio; las grietas se llenaban poco a poco de agua turbia que calaba nuestros botines recién limpiados. La tierra estaba encubierta por un manto de hojas que un día fueron verdes y estuvieron llenas de vida y ahora se hallaban en puro estado de putrefacción. Si, como decía, al ver todo lo que te rodea te das cuenta de lo  insignificante que eres y de como de rápido se te pasa la vida. Las hojas, que antes adornaban los altos y robustos abedules y álamos que abrazaban con sus ramas el camino ahora estaban muertas. El viento fuerte y helado agitaba las quebradizas y desnudas ramas que parecían zarpas de criaturas malignas que acechaban a los caminantes.

    Los campos y los parterres estaban vacíos, solo montañas de estiércol olvidado adornaban la tierra húmeda. Las mozas y los labradores que en verano se pasaban todos los días trabajando sus tierras, ahora estaban en sus hogares; posiblemente, calentándose los cansados y agrietados pies en la chimenea  y disfrutando de un poco de libertad. Sus cantos vulgares y gritos alegres solían resonar por toda la zona. Uno iba caminando y los árboles de follaje espeso devolvían el eco de las voces risueñas. Ahora solo se puede oír los rugidos del viento y el aullar de los lobos hambrientos del bosque, que te ponen los pelos de gallina y te hacen andar más deprisa.

    Todo está muy oscuro, no hay con que alegrarse la vista, es muy deprimente; aún más de lo que solía ser. Creo que Dios o sus ángeles estaban de mal humor cuando decidieron crear el invierno; es como si alguien les hubiera quitado todas las ceras de colores  de la cajetilla.

 

    Lo único de lo que me alegro es que no solo yo estoy triste y confusa, sino que todo lo que me rodea también; solo eso me consuela.

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